martes, 3 de septiembre de 2013

Historia del pintalabios. ¿La conocéis?

En la antigua Mesopotamia las mujeres ya se aplicaban una mezcla de piedras semi-preciosas trituradas para embellecer labios y ojos, al igual que en la antigua India, donde también se pintaban los labios de rojo. Otros elementos que empleaban eran arcilla roja, henna, algas, oxido de hierro (herrumbre) y yodo.

Pero donde el uso de cosméticos evolucionó más fue en el Antiguo Egipto, ya que maquillarse era casi una obligación. En el año 4000 a.C. preferían el negro azulado y el bermellón. Extraían el tinte rojo del fucus algin al que añadían yodo y bromo manita. En la tumba de Tutankamon se descubrieron jarritas con color para los labios, y es que los hombres también se maquillaban. Los componentes que empleaban eran peligrosos para la salud y podían causar la muerte, algo irónico si consideramos que en las tumbas de aquellas mujeres ricas se depositaban un par de botes de pintura para labios con el fin de que estuvieran guapas en el otro mundo.

Durante siglos, una crema roja hecha con sustancias vegetales y coloreada con sulfuro rojo de mercurio provocó muchas intoxicaciones, ya que era venenosa. Cleopatra se pintaba los labios con un pigmento rojo oscuro sacado de escarabajos aplastados y huevos de hormigas para la base. Para pintalabios brillantes usaban una sustancia llamada esencia de perlas que se encontraba en las escamas de peces.

En la Antigua Grecia sólo las prostitutas se pintaban los labios de rojo, mientras que las mujeres respetables se dejaban la cara limpia. Esta diferenciación de género social era tan estricta, que se estableció una ley para evitar que los hombres confundiesen las damas con prostitutas. Era obligatorio que las cortesanas se pintaran los labios, maquillaran y merodearan sólo a ciertas horas del día. Con el tiempo esta costumbre desapareció y las mujeres de la élite comenzaron a pintarse los labios, mientras que las mujeres de clase baja continuaron evitándola.
Los romanos aceptaron mejor el pintalabios. Los hombres se pintaban los labios de acuerdo a su estatus social, mientras que las mujeres adineradas poseían su propio séquito de esclavos para asegurarse que su rostro era perfectamente maquillado. Los productos que elaboraban para pintar los labios todavía llevaban metales perjudiciales, como plomo o mercurio. La clase baja al menos tuvo mejor suerte en ese aspecto, ya que se pintaban los labios con el sedimento que producía el vino.

Durante la Edad de Oro del Islam, el conocido médico, cirujano y especialista en cosméticos andaluz Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis), desarrolló las primeras barras de labios sólidas.

En la Época Medieval, el pintalabios fue vetado por la iglesia, pues se creía que era “la encarnación de Satán”, reservándose el uso de este cosmético a prostitutas por verse como algo inmoral, descortés y descarado. La explicación de esta relación demoníaca era que no se podía desafiar la belleza natural que Dios había otorgado a cada mujer. Para su fabricación extraían el rojo de tintes vegetales. Tan sólo se permitía un color lila o rosado, ya que estaban relacionados con la pureza. Para ello, debían mezclar ciertas raíces rojas con grasa de oveja.

En la Inglaterra del siglo XVI utilizaban una mezcla de cochinilla, clara de huevo, goma arábiga, savia de higuera, tintes rojos de plantas (rosas y geranios) y cera de abejas. Sólo las mujeres de clase alta y actores masculinos empleaban maquillaje. Este resurgimiento se debió a que en el Renacimiento se daba mucha importancia a la belleza. También que las mujeres creían que pintarse los labios poseía propiedades mágicas y esto las salvaría de las frías manos de la muerte. El ideal de belleza fue implantado por la Reina Isabel I, que hizo famoso el carmín rojo en contraste con su cara pálida. Incluso en su lecho de muerte llevó los labios generosamente pintados.

Isabel I de Inglaterra.
reina elizabeth I darnley labios

En 1770 se propuso una ley al parlamento británico en la que se debía señalar como brujas a las mujeres que se pintasen los labios, y se pedía la anulación de un matrimonio si la mujer se maquillaba antes del día de su boda.
En Japón, la geishas obtenían su pintalabios aplastando pétalos de cártamo.

En el siglo XIX el pintalabios comenzó a verse con malos ojos en Gran Bretaña. Cuando la reina Victoria ascendió al trono en 1837, vetó el uso de pintalabios y consideró que su uso estaba permitido sólo a las prostitutas. Llevar maquillaje se consideraba descarado y ordinario. Para poder tener un color saludable en los labios, las mujeres de buena alcurnia optaban por besar papel crepé rojo, morderse los labios, aplicarse bálsamos rojizos o vino de Oporto, o bien realizar ejercicios vocales en los que repetían por orden palabras como “peas, prunes, prisms” (guisantes, ciruelas, prismas) para realizar muecas. Otras simplemente importaban furtivamente los cosméticos de Francia.

En la década de 1850 aparecieron algunas publicaciones advirtiendo de la peligrosidad de ciertos cosméticos basados en el plomo y bermellón. En Estados Unidos el pintalabios se fabricaba con el ácido que las cochinillas desprenden para ahuyentar a sus enemigos, mezclándolo luego con aluminio y sales de calcio. Por aquella época el pintalabios se aplicaba con un pincel y debido a su precio, tan sólo se veía natural en actores y actrices. En 1880 pocas actrices llevaban los labios pintados en público.
En la década de 1890 el carmín comenzó a mezclarse con aceite y cera, siendo mejor aceptado por las mujeres al considerarse que tenía un toque más natural. Al finalizar el siglo XIX, Guerlain, una compañía de cosméticos francesa, comenzó a producir pintalabios. El primer pintalabios comercial fue desarrollado en 1884 por especialistas en perfumes de París. La barra se cubría con un papel sedoso y se fabricaba con sebo de ciervo, aceite de ricino y cera de abeja. Hasta la fecha, los pintalabios se hacían de forma casera en casa. En 1912, las mujeres vestidas a la moda comenzaron a aceptar el uso de pintalabios, aunque recomendaban emplearlo con cautela. A principios del siglo XX, se utilizó el pintalabios como símbolo de rebelión e independencia por parte de las mujeres. En el punto álgido del movimiento por el sufragio femenino, líderes como Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman instaron a las mujeres a emplear pintura de labios rojo carmesí en sus concentraciones. Tanto en Estados Unidos como Reino Unido, las mujeres se aplicaban pintalabios en público para escandalizar a los hombres. En 1915 se empezó a comercializar el pintalabios en cilindros de metal, ideados por Maurice Levy, de la Scovil Manufacturing Company. Las mujeres debían deslizar una pequeña palanca en el lateral del tubo para subir el pintalabios hasta la parte superior.
Cuando las mujeres comenzaron a usar pintalabios delante de fotógrafos, permitieron que éste tuviese mejor aceptación entre las féminas. Poco a poco se empezó a aprobar de nuevo el pintalabios durante la década de 1920, como un modo de revelarse ante las normas sociales estipuladas. Elizabeth Arden y Estee Lauder empezaron a vender pintalabios en sus salones. Unas creían que llevar los labios pintados les serviría para evitar los gérmenes, mientras que otras intentaban emular a sus estrellas de cine favoritas. Los pintalabios de color rojo oscuro fueron muy populares en esta década, en parte porque eran los preferidos por las actrices del cine en blanco y negro, ya que hacía destacar sus bocas frente a las cámaras. Las jóvenes se pintaban los labios para simbolizar su independencia. Algunas optaban por pintarse los labios formando un “arco de cupido”. Por aquella época, aplicarse pintalabios en público durante la comida era correcto, pero nunca durante la cena

Max Factor creó las primeras marcas de lápiz de labios para las actrices de Hollywood de aquella época.
En 1923 fue patentado el primer pintalabios que se abría girando la base, ideado por James Bruce Mason Jr. en Nashville, Tennessee. Irónicamente, durante la Gran Depresión de la década de 1930 pudo verse a más mujeres con los labios pintados de lo que se esperaría en una época de mala racha económica. A principios de dicha década, Elizabeth Arden introdujo varios colores de pintalabios. Por esa época se veía el pintalabios como un símbolo de la sexualidad adulta. Las chicas jóvenes creían que pintarse los labios era una señal de convertirse en una mujer adulta, mientras que los adultos lo veían como una señal de subversión. Muchos estadounidenses, especialmente inmigrantes, no aceptaban que las jovencitas se pintaran los labios. Un estudio realizado en 1937, reveló que cerca del 50% de las chicas se había peleado con sus padres por culpa del lápiz de labios.

Durante la Segunda Guerra Mundial, aunque escaseaban ciertos elementos necesarios para su fabricación (petroleo y aceite de ricino), el pintalabios se puso de moda gracias a la industria del cine, que mostraba a sus actrices con los labios pintados como un complemento de belleza. También se consideraba parte del esfuerzo en la guerra, como una manera de alegrar la moral de los soldados que preferían ver a mujeres bellas y arregladas antes de partir al combate. A la par que las fábricas producían cada vez equipos más sofisticados para la guerra, se implantaron lápices de labios en los vestidores para mejorar la productividad. A las mujeres marines se les ofrecían pintalabios oficiales junto a consejos para aplicarse el maquillaje y lecciones de elegancia y etiqueta.
La guerra permitió que las mujeres pudiesen trabajar como ingenieras o científicas, y al finalizar la década de 1940, Hazel Bishop (una química neoyorquina) creó el primer lápiz de labios de larga duración, denominado “Sin Mancha”. Con la ayuda de Raymon Specter, un publicista, el negocio de pintalabios de Hazel prosperó.

hazel-bishop-lipstick

A mediados de la década de 1940, muchas publicaciones reflejaron que los hombres preferían el aspecto natural en la mujer antes que uno maquillado. Libros y revistas advertían a las chicas que maquillarse podía arruinar su popularidad y la oportunidad de tener una carrera de provecho. El argumento de estos artículos era que el lápiz de labios y el colorete eran para jovencitas que actuaban de manera provocativa ante los hombres. Aunque se incrementó el uso de cosméticos, todavía se asociaban a la prostitución. Muchas chicas perdieron la ilusión de maquillarse por miedo a ser confundidas con chicas fáciles o prostitutas. Por aquella década, los cilindros de metal fueron sustituidos por tubos de plástico.

Durante la década de 1950, el lápiz de labios se convirtió en algo común, un objeto que se vendía como rosquillas y era indispensable para la mujer. Las actrices icónicas crearon sus propios looks, como por ejemplo Marilyn Monroe, que se relacionaba con unos labios carmesí brillantes, o Audrey Hepburn con unos labios de color rosa. Los tonos blanco, beige o metálico se convirtieron en tendencia, al igual que nuevas fórmulas de distintas empresas. Una encuesta de 1951 reveló que dos tercios de las chicas jóvenes usaban lápiz de labios.

Al finalizar esta década, la compañía de cosméticos Gala introdujo el lápiz de labios con un brillo muy suave. Más tarde, Max Factor creó un lápiz de labios denominado Strawberry Meringue (Merengue Fresa) que gozó de gran popularidad. Los vendedores de pintalabios comenzaron a desarrollar gamas de color lavanda, rosa pálido, blanco nacarado y melocotón. Los padres no veían con buenos ojos que las jovencitas llevaran los labios pintados de rojo, así que algunas de ellas empezaron a usar tonos rosa y melocotón, convirtiéndolos en tendencia.

El color blanco fue popular en la década de 1960, poniéndose de moda gracias a grupos de rock como The Ronettes y The Shirelles. La chicas aplicaban lápiz de labios blanco sobre el pintalabios rosa o se aplicaban maquillaje base de los ojos en los labios. Por aquella época muchos lápices de labios eran de tonalidades mate, puras o ligeramente brillantes. En esta década el maquillaje se asoció con la femeneidad. Las mujeres que no se pintaban los labios eran consideradas lesbianas o se creía que padecían algún trastorno psicológico.

Los 70 llegaron y el pintalabios como símbolo de rebelión también. Ambos sexos del mundo punk-rock llevaban los labios violetas o negros para expresar su inconformidad. Anteriormente, sólo las actrices de películas de terror de la década de 1950 se pintaban los labios de negro, pero esta vez se generalizó de una manera más amplia entre ciertos grupos. Por aquella época, el glam andrógino de rockeros como David Bowie se traducía en revolución y nihilismo, y empezó la era del “manstick”, representado por bandas de heavy metal como Twisted Sister.

Las feministas se rebelaron contra el patriarcado al no pintarse los labios. Este gesto se debe a que creían que el pintalabios era un utensilio creado por los hombres para marcarlas como un objeto sexual o mercancía. Consecuentemente, la era disco llegó con una lluvia de brillos y destellos, favoreciendo el pintalabios brillante por sus cualidades para seducir.

En los 80 pudo verse un estilo más oscuro y crudo en el color de labios, reflejado en estrellas de la música como Madonna o Cyndi Lauper. Aparecieron tonos naranja brillante, fucsia, cobres, coral, dorados y demás colores chillones. Se comercializaron lápices labiales traslúcidos brillantes y pegajosos con sabor a frutas dulces y el brillo labial.

En la década de los 90, los cosméticos facturaban más de 18.000 millones de dólares en Estados Unidos. Las empresas más grandes eran Revlon, Clinique, Max Factor, Cover Girl y Estee Lauder. Otra fórmula líquida semi-permanente sin cera fue inventada en esta década por la compañía Lip-Ink International. Otras empresas imitaron la idea, desarrollando sus propias versiones de lápiz de labios permanente o efecto brillante. A mediados de esta década, los marrones y tonos beiges con delineado marrón marcado fueron popularizados, así como el glitter o los brillos con partículas doradas y plateadas. En el año 1995, Cosméticos MAC creó “Drag Queen Ru Paul“, el primer labial para hombres. La cultura grunge, definida por desafiar la belleza tradicional, fue adoptada por Urban Decay al lanzar una colección con nombres como “Porquería” o “Cucaracha”. La estrategia de marketing de estas marcas estaba más encaminada a objetivos concretos y competitivos, prometiendo dudosos reclamos anti-edad, ingredientes naturales, protectores solares o propiedades medicinales.

Esta feroz competición se conoce actualmente como la “guerra del pintalabios”. Con la economía global en crisis, las empresas de cosméticos intentan ganar adeptos empleando brillantes campañas de marketing. Existe una “teoría del pintalabios”, descrita por Leonard Lauder, que describe los momentos más amargos en la economía mundial como los más adecuados para vender más lápices de labios. En vez de gastar en bienes de lujo como coches o elegantes abrigos, la gente prefiere comprar utensilios de lujo baratos, como pintalabios. Actualmente los tonos para labios más populares son los rosados, morados y naturales. La tendencia es eco-chic y consciente socialmente, como la campaña Viva Glam de Cosméticos MAC en la podemos ver a Cindy Lauper y Lady Gaga.

Los lápices labiales de hoy en día contienen ceras, emolientes, pigmentos y diversos aceites. Sorprendentemente, parece que no podrían distar mucho de los antiguos inventos mesopotámicos, ya que un estudio de 2007 realizado por consumidores estadounidenses, encontró trazas de plomo en algunas barras de labios que superaban los límites establecidos por la ley.

5 comentarios:

  1. Bienvenida guapa!! Me paso por tu blog. Un besazo.

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  2. No.la conocía! Interesante! Saludos!

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  3. Anónimo9/04/2013

    Guardado como favorito , Me encanta tu página web!

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  4. No la conocía.Pues si que tiene historia el pintalabios!!
    Besos!

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  5. Un post muy interesante. No conocía la historia del pintalabios.

    Besos

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