En la antigua Mesopotamia las mujeres ya se
aplicaban una mezcla de piedras semi-preciosas trituradas para
embellecer labios y ojos, al igual que en la antigua India, donde también se pintaban los labios de rojo. Otros
elementos que empleaban eran arcilla roja, henna, algas, oxido de hierro
(herrumbre) y yodo.
Pero donde el uso de cosméticos evolucionó más fue en el Antiguo
Egipto, ya que maquillarse era casi una obligación. En el año 4000 a.C.
preferían el negro azulado y el bermellón. Extraían el tinte rojo del
fucus algin al que añadían yodo y bromo manita. En la tumba de
Tutankamon se descubrieron jarritas con color para los labios, y es que
los hombres también se maquillaban. Los componentes que empleaban eran
peligrosos para la salud y podían causar la muerte, algo irónico si
consideramos que en las tumbas de aquellas mujeres ricas se depositaban
un par de botes de pintura para labios con el fin de que estuvieran
guapas en el otro mundo.
Durante siglos, una crema roja hecha con sustancias vegetales y
coloreada con sulfuro rojo de mercurio provocó muchas intoxicaciones, ya
que era venenosa. Cleopatra se pintaba los labios con un pigmento rojo
oscuro sacado de escarabajos aplastados y huevos de hormigas para la
base. Para pintalabios brillantes usaban una sustancia llamada esencia
de perlas que se encontraba en las escamas de peces.
En la Antigua Grecia sólo las prostitutas se pintaban los labios de
rojo, mientras que las mujeres respetables se dejaban la cara limpia.
Esta diferenciación de género social era tan estricta, que se estableció
una ley para evitar que los hombres confundiesen las damas con
prostitutas. Era obligatorio que las cortesanas se pintaran los labios,
maquillaran y merodearan sólo a ciertas horas del día. Con el tiempo
esta costumbre desapareció y las mujeres de la élite comenzaron a
pintarse los labios, mientras que las mujeres de clase baja continuaron
evitándola.
Los romanos aceptaron mejor el pintalabios. Los hombres se pintaban
los labios de acuerdo a su estatus social, mientras que las mujeres
adineradas poseían su propio séquito de esclavos para asegurarse que su
rostro era perfectamente maquillado. Los productos que elaboraban para
pintar los labios todavía llevaban metales perjudiciales, como plomo o
mercurio. La clase baja al menos tuvo mejor suerte en ese aspecto, ya
que se pintaban los labios con el sedimento que producía el vino.
Durante la Edad de Oro del Islam, el conocido médico, cirujano y
especialista en cosméticos andaluz Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis),
desarrolló las primeras barras de labios sólidas.
En la Época Medieval, el pintalabios fue vetado por la iglesia, pues
se creía que era “la encarnación de Satán”, reservándose el uso de este
cosmético a prostitutas por verse como algo inmoral, descortés y
descarado. La explicación de esta relación demoníaca era que no se podía
desafiar la belleza natural que Dios había otorgado a cada mujer. Para
su fabricación extraían el rojo de tintes vegetales. Tan sólo se
permitía un color lila o rosado, ya que estaban relacionados con la
pureza. Para ello, debían mezclar ciertas raíces rojas con grasa de
oveja.
En la Inglaterra del siglo XVI utilizaban una mezcla de cochinilla,
clara de huevo, goma arábiga, savia de higuera, tintes rojos de plantas
(rosas y geranios) y cera de abejas. Sólo las mujeres de clase alta y
actores masculinos empleaban maquillaje.
Este resurgimiento se debió a que en el Renacimiento se daba mucha
importancia a la belleza. También que las mujeres creían que pintarse
los labios poseía propiedades mágicas y esto las salvaría de las frías
manos de la muerte.
El ideal de belleza fue implantado por la Reina Isabel I, que hizo
famoso el carmín rojo en contraste con su cara pálida. Incluso en su
lecho de muerte llevó los labios generosamente pintados.
Isabel I de Inglaterra.
En 1770 se propuso una ley al parlamento británico en la que se debía
señalar como brujas a las mujeres que se pintasen los labios, y se
pedía la anulación de un matrimonio si la mujer se maquillaba antes del
día de su boda.
En Japón, la geishas obtenían su pintalabios aplastando pétalos de
cártamo.
En el siglo XIX el pintalabios comenzó a verse con malos ojos en Gran
Bretaña. Cuando la reina Victoria ascendió al trono en 1837, vetó el
uso de pintalabios y consideró que su uso estaba permitido sólo a las
prostitutas. Llevar maquillaje se consideraba descarado y ordinario.
Para poder tener un color saludable en los labios, las mujeres de buena
alcurnia optaban por besar papel crepé rojo, morderse los labios,
aplicarse bálsamos rojizos o vino de Oporto, o bien realizar ejercicios
vocales en los que repetían por orden palabras como “peas, prunes,
prisms” (guisantes, ciruelas, prismas) para realizar muecas. Otras
simplemente importaban furtivamente los cosméticos de Francia.
En la década de 1850 aparecieron algunas publicaciones advirtiendo de
la peligrosidad de ciertos cosméticos basados en el plomo y bermellón.
En Estados Unidos el pintalabios se fabricaba con el ácido que las
cochinillas desprenden para ahuyentar a sus enemigos, mezclándolo luego
con aluminio y sales de calcio. Por aquella época el pintalabios se
aplicaba con un pincel y debido a su precio, tan sólo se veía natural en
actores y actrices. En 1880 pocas actrices llevaban los labios pintados
en público.
En la década de 1890 el carmín comenzó a mezclarse con aceite y cera,
siendo mejor aceptado por las mujeres al considerarse que tenía un
toque más natural.
Al finalizar el siglo XIX, Guerlain, una compañía de cosméticos
francesa, comenzó a producir pintalabios. El primer pintalabios
comercial fue desarrollado en 1884 por especialistas en perfumes de
París. La barra se cubría con un papel sedoso y se fabricaba con sebo de
ciervo, aceite de ricino y cera de abeja. Hasta la fecha, los
pintalabios se hacían de forma casera en casa.
En 1912, las mujeres vestidas a la moda comenzaron a aceptar el uso de
pintalabios, aunque recomendaban emplearlo con cautela. A principios del
siglo XX, se utilizó el pintalabios como símbolo de rebelión e
independencia por parte de las mujeres. En el punto álgido del
movimiento por el sufragio femenino, líderes como Elizabeth Cady Stanton
y Charlotte Perkins Gilman instaron a las mujeres a emplear pintura de
labios rojo carmesí en sus concentraciones. Tanto en Estados Unidos como
Reino Unido, las mujeres se aplicaban pintalabios en público para
escandalizar a los hombres.
En 1915 se empezó a comercializar el pintalabios en cilindros de metal,
ideados por Maurice Levy, de la Scovil Manufacturing Company. Las
mujeres debían deslizar una pequeña palanca en el lateral del tubo para
subir el pintalabios hasta la parte superior.
Cuando las mujeres comenzaron a usar pintalabios delante de
fotógrafos, permitieron que éste tuviese mejor aceptación entre las
féminas. Poco a poco se empezó a aprobar de nuevo el pintalabios durante
la década de 1920, como un modo de revelarse ante las normas sociales
estipuladas. Elizabeth Arden y Estee Lauder empezaron a vender
pintalabios en sus salones.
Unas creían que llevar los labios pintados les serviría para evitar los
gérmenes, mientras que otras intentaban emular a sus estrellas de cine
favoritas. Los pintalabios de color rojo oscuro fueron muy populares en
esta década, en parte porque eran los preferidos por las actrices del
cine en blanco y negro, ya que hacía destacar sus bocas frente a las
cámaras.
Las jóvenes se pintaban los labios para simbolizar su independencia.
Algunas optaban por pintarse los labios formando un “arco de cupido”. Por aquella época, aplicarse
pintalabios en público durante la comida era correcto, pero nunca
durante la cena
Max Factor creó las primeras marcas de lápiz de labios para las
actrices de Hollywood de aquella época.
En 1923 fue patentado el primer pintalabios que se abría girando la
base, ideado por James Bruce Mason Jr. en Nashville, Tennessee.
Irónicamente, durante la Gran Depresión de la década de 1930 pudo verse a
más mujeres con los labios pintados de lo que se esperaría en una época
de mala racha económica. A principios de dicha década, Elizabeth Arden
introdujo varios colores de pintalabios.
Por esa época se veía el pintalabios como un símbolo de la sexualidad
adulta. Las chicas jóvenes creían que pintarse los labios era una señal
de convertirse en una mujer adulta, mientras que los adultos lo veían
como una señal de subversión. Muchos estadounidenses, especialmente
inmigrantes, no aceptaban que las jovencitas se pintaran los labios. Un
estudio realizado en 1937, reveló que cerca del 50% de las chicas se
había peleado con sus padres por culpa del lápiz de labios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, aunque escaseaban ciertos
elementos necesarios para su fabricación (petroleo y aceite de ricino),
el pintalabios se puso de moda gracias a la industria del cine, que
mostraba a sus actrices con los labios pintados como un complemento de
belleza. También se consideraba parte del esfuerzo en la guerra, como
una manera de alegrar la moral de los soldados que preferían ver a
mujeres bellas y arregladas antes de partir al combate.
A la par que las fábricas producían cada vez equipos más sofisticados
para la guerra, se implantaron lápices de labios en los vestidores para
mejorar la productividad. A las mujeres marines se les ofrecían
pintalabios oficiales junto a consejos para aplicarse el maquillaje y
lecciones de elegancia y etiqueta.
La guerra permitió que las mujeres pudiesen trabajar como ingenieras o
científicas, y al finalizar la década de 1940, Hazel Bishop (una
química neoyorquina) creó el primer lápiz de labios de larga duración,
denominado “Sin Mancha”. Con la ayuda de Raymon Specter, un publicista, el negocio de pintalabios de Hazel prosperó.
A mediados de la década de 1940, muchas publicaciones reflejaron que
los hombres preferían el aspecto natural en la mujer antes que uno
maquillado. Libros y revistas advertían a las chicas que maquillarse
podía arruinar su popularidad y la oportunidad de tener una carrera de
provecho. El argumento de estos artículos era que el lápiz de labios y
el colorete eran para jovencitas que actuaban de manera provocativa ante
los hombres. Aunque se incrementó el uso de cosméticos, todavía se
asociaban a la prostitución. Muchas chicas perdieron la ilusión de
maquillarse por miedo a ser confundidas con chicas fáciles o
prostitutas.
Por aquella década, los cilindros de metal fueron sustituidos por tubos
de plástico.
Durante la década de 1950, el lápiz de labios se convirtió en algo
común, un objeto que se vendía como rosquillas y era indispensable para
la mujer. Las actrices icónicas crearon sus propios looks, como por
ejemplo Marilyn Monroe, que se relacionaba con unos labios carmesí
brillantes, o Audrey Hepburn con unos labios de color rosa. Los tonos
blanco, beige o metálico se convirtieron en tendencia, al igual que
nuevas fórmulas de distintas empresas. Una encuesta de 1951 reveló que
dos tercios de las chicas jóvenes usaban lápiz de labios.
Al finalizar esta década, la compañía de cosméticos Gala introdujo el
lápiz de labios con un brillo muy suave. Más tarde, Max Factor creó un
lápiz de labios denominado Strawberry Meringue (Merengue Fresa) que gozó
de gran popularidad.
Los vendedores de pintalabios comenzaron a desarrollar gamas de color
lavanda, rosa pálido, blanco nacarado y melocotón. Los padres no veían
con buenos ojos que las jovencitas llevaran los labios pintados de rojo,
así que algunas de ellas empezaron a usar tonos rosa y melocotón,
convirtiéndolos en tendencia.
El color blanco fue popular en la década de 1960, poniéndose de moda
gracias a grupos de rock como The Ronettes y The Shirelles. La chicas
aplicaban lápiz de labios blanco sobre el pintalabios rosa o se
aplicaban maquillaje base de los ojos en los labios. Por aquella época
muchos lápices de labios eran de tonalidades mate, puras o ligeramente
brillantes.
En esta década el maquillaje se asoció con la femeneidad. Las mujeres
que no se pintaban los labios eran consideradas lesbianas o se creía que
padecían algún trastorno psicológico.
Los 70 llegaron y el pintalabios como símbolo de rebelión también.
Ambos sexos del mundo punk-rock llevaban los labios violetas o negros
para expresar su inconformidad. Anteriormente, sólo las actrices de
películas de terror de la década de 1950 se pintaban los labios de
negro, pero esta vez se generalizó de una manera más amplia entre
ciertos grupos.
Por aquella época, el glam andrógino de rockeros como David Bowie se
traducía en revolución y nihilismo, y empezó la era del “manstick”,
representado por bandas de heavy metal como Twisted Sister.
Las feministas se rebelaron contra el patriarcado al no pintarse los
labios. Este gesto se debe a que creían que el pintalabios era un
utensilio creado por los hombres para marcarlas como un objeto sexual o
mercancía. Consecuentemente, la era disco llegó con una lluvia de
brillos y destellos, favoreciendo el pintalabios brillante por sus
cualidades para seducir.
En los 80 pudo verse un estilo más oscuro y crudo en el color de
labios, reflejado en estrellas de la música como Madonna o Cyndi Lauper.
Aparecieron tonos naranja brillante, fucsia, cobres, coral, dorados y
demás colores chillones. Se comercializaron lápices labiales traslúcidos
brillantes y pegajosos con sabor a frutas dulces y el brillo labial.
En la década de los 90, los cosméticos facturaban más de 18.000
millones de dólares en Estados Unidos. Las empresas más grandes eran
Revlon, Clinique, Max Factor, Cover Girl y Estee Lauder. Otra fórmula
líquida semi-permanente sin cera fue inventada en esta década por la
compañía Lip-Ink International. Otras empresas imitaron la idea,
desarrollando sus propias versiones de lápiz de labios permanente o
efecto brillante.
A mediados de esta década, los marrones y tonos beiges con delineado
marrón marcado fueron popularizados, así como el glitter o los brillos
con partículas doradas y plateadas. En el año 1995, Cosméticos MAC creó
“Drag Queen Ru Paul“, el primer labial para hombres.
La cultura grunge, definida por desafiar la belleza tradicional, fue
adoptada por Urban Decay al lanzar una colección con nombres como
“Porquería” o “Cucaracha”. La estrategia de marketing de estas marcas
estaba más encaminada a objetivos concretos y competitivos, prometiendo
dudosos reclamos anti-edad, ingredientes naturales, protectores solares o
propiedades medicinales.
Esta feroz competición se conoce actualmente como la “guerra del
pintalabios”. Con la economía global en crisis, las empresas de
cosméticos intentan ganar adeptos empleando brillantes campañas de
marketing. Existe una “teoría del pintalabios”, descrita por Leonard
Lauder, que describe los momentos más amargos en la economía mundial
como los más adecuados para vender más lápices de labios. En vez de
gastar en bienes de lujo como coches o elegantes abrigos, la gente
prefiere comprar utensilios de lujo baratos, como pintalabios.
Actualmente los tonos para labios más populares son los rosados, morados
y naturales. La tendencia es eco-chic y consciente socialmente, como la
campaña Viva Glam de Cosméticos MAC en la podemos ver a Cindy Lauper y
Lady Gaga.
Los lápices labiales de hoy en día contienen ceras, emolientes,
pigmentos y diversos aceites. Sorprendentemente, parece que no podrían
distar mucho de los antiguos inventos mesopotámicos, ya que un estudio
de 2007 realizado por consumidores estadounidenses, encontró trazas de
plomo en algunas barras de labios que superaban los límites establecidos
por la ley.
Guapiii!! Acabo de conocer tu blog a través de Blogueras en Español BEE, y me ha encantado. Ya tienes una nueva seguidora, me quedo por aqui cotilleando un poco más!
ResponderEliminarBesos!
Miriam M. M.
http://Www.JustForRealGirls.com
Bienvenida guapa!! Me paso por tu blog. Un besazo.
EliminarNo.la conocía! Interesante! Saludos!
ResponderEliminarGuardado como favorito , Me encanta tu página web!
ResponderEliminarHave a look at my weblog - resveratrol
No la conocía.Pues si que tiene historia el pintalabios!!
ResponderEliminarBesos!
Un post muy interesante. No conocía la historia del pintalabios.
ResponderEliminarBesos